lunes, 27 de noviembre de 2017

Tommyknockers, de Stephen King

1.
Meses, muchos miles de meses tardé en leer este bodoque de 810 páginas que escribió el bueno de Estebancito Rey entre 1982 y 1987, época suya de severa adicción a la fafafa, según cuenta en On Writing (Mientras escribo). Dice ahí en ese otro libro que muchas de sus historias son un reflejo de sus adicciones -al eskabio y a la milonga- (por ejemplo Misery, por ejemplo El resplandor) y que en particular esta novela, que no es ni de las más conocidas, ni fue trasladada a la gran pantalla pero de la que habla bastante en ese libro, se refiere a la merca: una cosa que te potencia y a la vez te destruye, como la influencia fantasma de los Tommyknockers sobre la población de Haven.

2.
Mentí: no hay una adaptación a la gran pantalla pero sí hay una adaptación televisiva de 1993. Debe ser una cagada. Esta debe ser la película entera. Me llama la atención que dure una hora y media porque para adaptar bien Tommyknockers habría que hacer una serie. De hecho re da para una serie, pero necesita bocha de presupuesto.

3.
La cosa tiene 810 páginas no porque sí, sino porque tiene bocha de tramas interpuestas. Mientras leía el final (o sea las ciento y pico de páginas finales) pensaba en lo absurdo que sería todo lo que estaba leyendo si no se me hubiera allanado el camino en las centenares de páginas anteriores. VA CON SPOILERS, total nadie la va a leer, o sí pero la van a disfrutar igual. Al final tenemos al protagonista (a uno de ellos) bajo los efectos de un montón de válium y alcohol, con un balazo en una pierna que casi no lo deja caminar (pero el dolor lo mantiene despierto, buena Stephen), teniendo que salvar a un niño que cayó en otra dimensión quinientas páginas atrás (y que quedó ahí, como una subtrama), ayudado por su abuelo, que cuelga de un gancho con el cerebro conectado a una supercomputadora telepática que a la vez se alimenta de él, junto con un perro (a quien habíamos perdido de vista setecientas páginas atrás) y una mujer malvada (aparecida y desaparecida unas doscientas páginas atrás), mientras afuera se incendia la ciudad, todos los habitantes de Haven van hacia sus destinos finales (y de todos sabemos quiénes son, si logramos recordar tantos nombres), y como si esto fuera poco también tenemos individualizados personajes fuera de Haven que no saben cómo entrar, y hasta aparecen como fantasmas personajes que ya habían muerto (medio rompiendo el código la verdad Stephen pero bueno): un despelote. La cosa tiene tantas pero tantas escenas, tantos personajes individuales con sus propias historias que siguen y siguen apareciendo casi hasta el final del libro, que lo más sorprendente es que la novela no esté llena de incoherencias. Yo no detecté ninguna.

4.
Lectura comparada: La novela en un punto empieza igual que Cementerio de animales: hay una casa junto a la carretera casi al fondo de un pueblo, en el que vive apaciblemente una persona (en Cementerio es una familia) con su mascota (en Cementerio es un gato, acá es un perro), a la que ama. Ya sabemos que si Stephen empieza así, la mascota va a morir y volver en forma de zombi, one way or another.

5.
Como siempre, Stephen King es droga, muy fácil de leer y con efecto Harry Potter al final de cada capítulo. No es lo mejor que leí de él, aunque tampoco tengo nada que objetar. Un poco tirado de los pelos todo pero si aceptamos que igual no importa nada, la pasamos bien, re bien. Ah, y en una parte me sobresalté y grité, como si estuviera viendo una película. Eso fue increíble.

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