miércoles, 22 de junio de 2016

Zama, de Antonio Di Benedetto

1.
Diez aleschonfelds para Zama (1956) de Antonio Di Benedetto. Son 240 páginas el ejemplar de la edición vieja de Alianza (1990) que es la que me tocó en suerte leer. En la tapa, escrachado con birome, dice "Piridium 1 c/6 horas" junto al nombre del autor y "961-9207", debajo de la colección. Un número de teléfono obviamente, sin el 4, es decir anterior al 24 de enero de 1999. Me lo prestó Rosalba, capaz lo escribió ella en su infancia temprana.

2.
Alguien habrá hecho ya, espero, una clasificación de los escritores según las variables éxito/fracaso reconocimiento/rechazo trascendencia/olvido, y la habrá expresado en una tabla: Di Benedetto ha de encontrarse entonces entre los que fueron exitosos y reconocidos (si agregamos intesidades a la clasificación diremos que medianamente), luego olvidados, y luego (ahora, en los últimos años) recuperados por la crítica y el mercado. Se reeditaron varios de sus libros, salieron los cuentos completos y ya hay dos películas estrenadas sobre novelas de Di Benedetto (Los Suicidas de Villegas y Aballay de Spiner). Por si esto fuera poco, está por salir en algún momento la adaptación que hizo de Zama la salteña Lucrecia Martel. Sin embargo, no encuentro entrada sobre esta novela en Wikipedia: elocuente signo. Me pregunto por qué habrá sido olvidado: capaz por pajuerano, los circuitos, vaya uno a saber. Antonio Di Benedetto nació en Mendoza en 1922 y murió tres meses después de que yo naciera, en 1986. Tuvo una vida bien cagada a palos, medio como Zama, y eso que la novela es de sus años mozos.

3.
Zama es una novela en tres partes que se trata en principio de un hombre que espera, en las postrimerías de la época colonial y en el Virreinato del Río de la Plata, un ascenso. Está escrita en un registro increíble, existencialista e históricamente informado al mismo tiempo, un quilombo. El tercer párrafo de todos, por ejemplo, dice así:
Con su pequeña ola y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono muerto, todavía completo y no descompuesto. El agua, ante el bosque, fue siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver de mono. El agua quería llevárselo y lo llevaba, pero se le enredó entre los palos del muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos.
 Ahí estábamos, por irnos y no.
De la trama como siempre prefiero no adelantar nada, pero es notable cómo ésta cambia bastante a lo largo de la novela, incluso de género literario, de temática, y que incluso tenga micro cuentos entre sus líneas principales (como el del detenido y la mujer con un ala de murciélago, o el de Manuel Fernández y su libro), pero que a la vez sea una autopista hacia un final estratégico, premio aparte. Ai repit: diez aleschonfelds.

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