jueves, 28 de enero de 2016

Las constelaciones oscuras, de Pola Oloixarac

1.
Como quizás recuerden y probablemente no, cuando en su momento de éxito y prestigio cultural y editorial leí Las teorías salvajes (Entropía, 2008) de Pola Oloixarac, atraído por reseñas superlativas de publicaciones como la Revista Ñ y el suplemento ADN, me sentí digamos que engañado: la novela me había gustado mucho (la reseña, ahora que la leo, es más positiva de lo que recordaba) pero también me había parecido un bluff, por usar una palabra extranjera en cursiva, al uso y abuso de Pola: una de esas historias que detrás de litros de referencias populares o culturosas y de tramas enrevesadas cobijan nada. Eso fue lo que sentí en ese momento: tal vez no había entendido nada y debiera leerla de nuevo (en serio, no lo descarto). Cuestión que no hubiera leído el segundo libro de Pola Caraxiolo si no fuera por Mati, que me lo prestó sin que se lo pidiera, para que le dijera mi opinión, y por Rosalba, que lo trajo a estas vacaciones y lo leyó fascinada (aunque no gustó del final). Leí Las constelaciones oscuras muñido de todo mi prejuicio, putié en voz alta por la innecesariamente hermética cantidad de referencias histórico-político-filosóficas que Pola pretende que el lector maneje (o más bien, en su afán de demostrar su indudable inteligencia, siembra a pesar de los potenciales lectores no académicos que no van a entender un choto), amén de las palabras y frases en otros idiomas (llegando a la rídicula exageración de poner a cuento de nada una palabra en caracteres cirílicos), y además, seguro de que el final no iba a estar a la altura de lo que Pola venía urdiendo (todo el tiempo temí una decepción al estilo Lost), pero resulta que me gustó. Está muy buena la novela.

2.
La novela cruza dos historias: la de Niklas Bruun, botánico del siglo XIX, y la de Cassio Brandao da Silva, hacker del presente y del futuro inmediato. En ambas tramas juega fuerte la ciencia ficción, aunque en la de Niklas la cosa es más del orden de lo fantástico lovecraftiano. Cassio va a mi primaria, el Scholem Aleijem. Hay una cuota de humor, que está más que nada en la prosa de Pola, me reí más de una vez. Por otro lado esa misma prosa, que Pola se esfuerza en llevar a la extrañeza desde la inteligencia, la conduce en ocasiones a oraciones que solamente son gramaticalmente incorrectas, o por lo menos feas (y también falló el corrector un par de veces, como suele suceder con Mondadori). La trama -de Cassio-, por momentos difícil de seguir, es muy interesante y de a ratos buenísima en sus giros. Y el final me cabió: muy redondo. 

3.
Así como están El Aleph engordado y el Martín Fierro ordenado alfabéticamente de Katchadjian (de quien Pola habla en la nota más interesante y políticamente incorrecta del affaire K.), se podría hacer como poema la lista por orden de aparición de las referencias explícitas en Las constelaciones oscuras.

4.
¿Se reconocerá Pola como una progresista de derecha, o no se dirá siquiera progresista?

5.
Hay una página en la que, para no perder la costumbre, Pola trata a Perón de nazi:
Argentina había sido la última nación en retirar el apoyo al Reich; a diferencia de Brasil, que había apostado a los Aliados, poniendo campos de concentración para japoneses en su territorio, Argentina había jugado sus fichas al nazismo hasta el final. El año 1945, inicio clásico de la era del Antropoceno, cuando los primeros escorzos nucleares entraron en juego para cambiar la faz de la Tierra, encuentra a la Argentina del lado del mal supremo, mientras Brasil afianza su amorío diplomático con Estados Unidos, la nueva patrulla mundial (...). (P. 42)
Después explica lo de los científicos nazis que recibió Argentina y que trabajaron por ejemplo en la creación del primer avión nacional, el Pulqui, y mete una nota al pie, la única de todo el libro, para mencionar a Karl Vaernet, el médico que hizo experimentos con humanos en campos de concentración nazis buscando "curar" la homosexualidad, y que tras la guerra se escondió en nuestro país bajo un nombre falso y recibió un sueldo del Ministerio de Salud de la Nación, aparentemente por hacer nada, una suerte de ñoqui nazi del peronismo, según lo demuestra la investigación expuesta en el documental El Triángulo Rosa y la cura Nazi para la homosexualidad, de Esteban Jasper y Nacho Steimberg. Pola se cuida de mencionar el tema del ñoquismo de Vaernet, como para que parezca que Perón pidió experimentos nazis. Respecto a la cita arriba expuesta, huelga decir que cuando se busca conservar una objetividad fáctica no debe utilizarse la expresión "mal supremo": además de eso, Argentina no dio nunca su apoyo explícito al nazismo, lo más que hizo -además de importar nazis después de la guerra, igual que lo hizo Estados Unidos- fue abstenerse de apoyar explícitamente a los Aliados (lo que le valió el cierre de ciertas importaciones estadounidenses a la Argentina, como ser el fílmico), lo que no parece justificar la frase de las fichas jugadas hasta el final. En fin, la discusión de siempre.

6.
Evidentemente, además de querer ser la próxima Betty Sarlo (deseo por otro lado completamente válido), Pola quiere ser Houellebecq. Las constelaciones oscuras es de alguna manera la misma novela, versión de Pola, que Las partículas elementales (lo cual está muy bien).

7.
Último agregado. A posteriori de escrita esta reseña -pero a priori de publicada- me informan por la cucaracha que Pola es una de las firmantes de la carta de intelectuales a favor de la candidatura de Mauricio Macri a la presidencia de este, nuestro confuso -por decir poco- país. La carta y los firmantes acá. Cuántos desconocidos en la carta, ¿no?. Otra pregunta: ¿Esmeralda Mitre de Loperfido es una intelectual? No estaba enterado.

miércoles, 27 de enero de 2016

El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura

1.
Después de leer y gustar tanto de Herejes, quise leer el hit de Padura, el libro por el que se había hecho mundialmente conocido, que es este, El hombre que amaba a los perros, presentado en todos los medios que hablan de libros como "una biografía novelada de Trotski". En verdad esa definición no es del todo exacta, aunque se acerca bastante a la realidad. El hombre que amaba a los perros cuenta tres historias, en montaje paralelo. Por un lado, cuenta la vida de Trotski en el exilio, desde que le llega a su reclusión en Siberia la orden de abandonar la Unión Soviética el 20 de enero de 1929, hasta su asesinato en México en 1940. Por el otro, cuenta la vida y obra del hombre que mató a Trotski, el español -o catalán- Jaime Ramón Mercader del Río, esta sí desde más o menos el vamos -desde la Guerra Civil Española en realidad, pero con suficientes flashbacks como para que conozcamos su infancia y juventud- hasta su muerte en La Habana en 1978. Y por último, pero no menos importante, cuenta la historia ficticia de Iván, escritor cubano que vive las glorias y miserias (más de estas segundas que de las primeras) de la Revolución Cubana, y que es quien en la diégesis está escribiendo el libro que uno tiene en sus manos, la historia de Ramón Mercader y de cómo su vida chocó con la de León Trotski en una casa de la ciudad de México. Todo esto que acabo de mencionar, en un coso de 765 páginas.

2.
Al igual que en Herejes, Padura, juega con lo histórico y lo ficticio, y al igual que en Herejes, me gustó más lo ficticio, que en este caso es la historia de Iván y su caída en desgracia frente al régimen revolucionario por haber escrito un cuento fuera de los cánones revolucionariamente aceptables. La historia de Ivan (que se parece un poco a la que cuenta Milan Kundera en La broma) sirve como vehículo para hablar de Cuba, más aún que la del detective Mario Conde en Herejes. Creo que, aunque es claramente un maestro en el género de la novela histórica, Padura escribe más cómodo cuando no está atado a hechos concretos de los que tiene que dar cuenta. Tanto la trama trotskista como la de Mercader se hacen pesadas en un punto. Con Trotski pasa que como móvil dramático, su lucha intelectual contra su propio exilio y contra el régimen estalinista no dan mucha intriga. Se repite todo el tiempo el patrón ánimo-desánimo: desánimo ante cada nuevo golpe exitoso del estalinismo contra Trotski o su familia o sus seguidores o contra la oposición interna en la URSS; ánimo porque sí, porque Trotski es vigoroso y siempre se recupera, hasta que hay una nueva noticia funesta sobre la URSS o sobre los trotskistas o sobre su exilio -que lo llevó a recorrer varios países de Asia, Europa y América-, y vuelta a empezar. La historia de Mercader está narrada de manera mucho más atrapante, como una novela de espías (que lo fue), con giros inesperados y todo, porque se sigue siempre al personaje de Mercader, que nunca sabía más que lo sus jefes necesitaban que supiera. El hecho de que Mercader fuera un soldado convencido -y según Padura, engañado- del estalinismo , o sea un villano que se cree justiciero, le da un espesor psicológico que también suma (Trotski, en cambio, es como el héroe caído, no tiene demasiadas contradicciones y hasta se remuerde por los crímenes de guerra cometidos durante la Revolución Rusa). De todos modos, el tener que dar cuenta de tanta información histórica por momentos vuelve densa también la sección de Mercader, y en especial todo lo que le ocurre después de cumplir su misión y hasta su muerte, que ocupa como cien páginas del final del libro, se me hizo sumamente pesado. No obstante todo lo cual, la novela es muy ágil en relación con la cantidad de data que maneja.

3.
Cuando Trotski llega a México y aparece la Khalo, a quien todos estabamos esperando, es genial. Parece que Diego Rivera era un canalla, me vengo a enterar por Padura. También me enteré que André Bretón era trotskista. 

4.
No paré de sentir pena por los personajes. Por Trotski, por Ivan, y también por Mercader. Hasta por Caridad sentí lástima. Pero sobre todo por Sylvia Ageloff, la verdadera víctima de toda la historia. Pobre Sylvia. Le re cagaron la cabeza seguro.

miércoles, 13 de enero de 2016

El Tercer Reich, de Roberto Bolaño

1.
Como decía en la reseña de La hora de la estrella, hay escritores que mejoran con cada libro. Bolaño es uno de ellos. Y El Tercer Reich es una novela de 1989, así que, en mi opinión, es una novela menor, como lo es la colindante La pista de hielo. Es como si en cada libro estuviera entrenando para el próximo: en El Tercer Reich hay cosas de La pista de hielo, por ejemplo, y como siempre también de Los detectives salvajes y de 2666 (el mundo de los juegos de estrategia y sus convenciones se parece al de los críticos literarios y las suyas, por ejemplo). 

2.
Claro está que como Bolaño es uno de los más capos del mundo, decir que la novela es menor no significa decir que no es increíble. Porque es increíble. Tiene unos climas y unas imágenes alucinantes. Está el inolvidable personaje del Quemado. Y como todo lo que el tipo escribe, no lo pude dejar de leer nada. Eso sí, las primeras novelas son más convencionales, con personajes protagónicos que crecen y aprender a vivir y esas cosas. El protagonista de El Tercer Reich es Udo Berger, que es un poco como el Hans Castorp de La montaña mágica, sólo que unos años mayor, y exitoso en su rubro. Udo llega desde su Alemania natal al hotel Del Mar en España, que es un poco como el Sanatorio Internacional Berghof en Suiza de La montaña mágica. Y como Hans, por motivos que no revelaremos Udo se va a quedar bastante más tiempo del estipulado en el hotel. Los paralelismos siguen: podríamos decir por ejemplo que el marido de Frau Else es un poco como el gran Pieter Peeperkorn, el hombre postrado y poderoso. Pero eso se me acaba de ocurrir, capaz es mucho. En fin, está buenísima. Léanla.

Meus problemas com as mulheres, de Robert Crumb


1.
En la casa de Tomer en la que paramos unos cuantos días estaba este libro, un plan ideal para "dejar de tener miedo y aprender a amar" al portugués. Lo leí en sucesivas cacas.  Claro está que Crumb es estadounidense y no escribe en portugués, pero puestos en moralistas, tampoco escribe en castellano. Fue una buena lectura y un buen entrenamiento. El libro creo que compila historietas y dibujos publicados en diferentes momentos y lugares, que hablan de, como indica el título, Crumb y sus problemas con las mujeres: sus fetiches, su vínculo con ellas desde la infancia, el odio que le tenían las feministas en su momento -el momento de los hippies y el underground-. Crumb tiene hoy 72 años y sus primeros trabajos y también los que lo hicieron famoso son de los '70s, publicaba en revistas en las que también se podían encontrar textos de Bukowski, por ejemplo. Sus libros en castellano me parecen un poquito caros y por eso no lo había leído antes, excepto por la excepción -valga la redundancia- en su carrera, que es esa adaptación del Génesis de La Biblia en historieta, reseñado acá. Muy bueno, muy rico todo.

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lunes, 4 de enero de 2016

La hora de la estrella, de Clarice Lispector

1.
No es que la acabo de descubrir (véase reseñas de Silencio), pero últimamente me curzo con Clarice en todos lados, la gente la está leyendo en este momento te diré. En un mismo día, sin ir más lejos: a) Yo estaba leyendo el libro Clarice na cabeceira, que eu comprei no Brasil; b) Me encontré un libro suyo fotocopiado en la gratiferiajipi de Puán mientras esperaba la resma de desgrabados que arruinó mi economía doméstica -es en realidad una selección de cuentos en castellano y en portugués-; c) Una amiga chaqueña que vive en Córdoba postió en una popular red social hipster que se moría por volver de su casa al trabajo (como dijo Perón en uno de sus días malos) para seguir leyendo La pasión según G. H. y d) La mencionaron en el taller literario de Dani Umpi. Por mi parte, la tenía olvidadita, pero me agarró esto de leer cosas pre-viaje a Brasil (Aguafuertes cariócas, de Roberto Arlt) y la retomé, recordé que era increíble -en realidad, esta novela me parece lo más increíble que leí de la gran y hermosa ucraniana brasilera- y me agarró por seguir, así que próximamente más Clarice en Resistirse es Fútil.

2.
La hora de la estrella es el título en la tapa de un libro que contiene una novela en cuya portada uno encuentra once títulos más (y La hora de la estrella no es el primero, sino el segundo):  La culpa es mía o La hora de la estrella o Que ella se arregle o El derecho al grito o En cuanto al futuro o Lamento de un blue o Ella no sabe gritar o Una sensación de pérdida o Silbido en el viento oscuro o Yo no puedo hacer nada o Registro de los hechos previos o Historia lacrimógena de cordel o Salida discreta por la puerta del fondo. Me gustan todos. Son increíbles. Como la novela que comienza a continuación de esa página.

3.
Yo creo que una clasificación posible entre los escritores es la de aquellos que mejoran con el tiempo y aquellos que no. Es más útil como categoría para los que mejoran, claro, porque los que no mejoran con el tiempo puede que sean de los que escriben una sola primera cosa buena y después sólo porquerías, aquellos erráticos que tienen obras mayores y menores en diferentes órdenes de secuencia, etc. Los que mejoran con el tiempo, los que mejoran libro a libro, suelen ser los que persisten en su actitud: los que de alguna forma loable escriben siempre lo mismo. En los casos de esos escritores, el último libro es el mejor. Ya lo hablamos en alguna otra reseña. Es el caso de 2666 de Bolaño, Los hermanos Karamazov de Dostoievsky, Pulp de Bukowski, y La hora de la estrella de Clarice Lispector. Leí muy poco de Clarice, y sin embargo apuesto a que es como digo, La hora de la estrella tiene que ser la mejor novela de Clarice. La maestría desarrollada en el uso de ciertos recursos que ya estaban en lo único otro que leí de ella es oficio y es resultado de una experimentación. Es obvio que no tengo elementos para sostener mi postura, pero bueno, como dijo el Diego de la gente: "con perdón de las damas...", y para no mancillar el buen nombre de este borgspot dejo el cierre de la cita a cargo de sus memorias.

4.
La hora de la estrella va de un escritor, Rodrigo S.M., que escribe una novela que se llama La hora de la estrella, sobre una mujer que se llama Macabea y nació en el Sertón. La historia es muy simple, a Macabea le pasan un par de cosas, llega del norte a Río, se hace dactilógrafa sin saber leer ni escribir, se enamora de un tipo machista y pusilánime y un par de cosas más. Pero la novela no es nada simple, es un artefacto complejo, donde la voz del escritor que sufre el trabajo de escribir a Macabea ocupa todo el espacio. Lo mejor del caso es que a pesar de lo que les cuento, es una novela atrapante, muy veloz de leerse. Está llena de capas que se perciben casi en simultáneo, es profunda y divertida y es terrible y es droga todo al mismo tiempo, y dura 80 páginas. Le pongo un montón de puntos.

5.
La edición además es de Corregidor, colección Vereda Brasil, como muchos libros de ella. Ya hablé lo suficientemente bien de esta colección y del por qué en las reseñas de Manual práctico del odio y de Poema sucio/En el vértigo del día.

viernes, 1 de enero de 2016

Hasta quitarle Panamá a los yankis (western cumbiantero), de Washington Cucurto

1.
Hacía años que no leía a W.C., a quien allá lejos y hace tiempo me aficioné cuando leí El curandero del amor (Emecé) y luego aún más cuando leí su libro de poesía reunida, 1999, que todavía se consigue por Eloísa Cartonera, esa cooperativa editorial que fabrica libros con cartón recolectado por cartoneros de la cual participa el autor que nos convoca. Para más títulos de Eloísa Cartonera reseñados por mí, clic en estas palabras azules. En una época ponían un puesto en Plaza de Mayo durante marchas como la del 24 de marzo y lo atendía el propio Cucu, pero hace tiempo que no lo veo. También hay un puesto en forma de kiosko de revistas en Corrientes, a la salida de la estación Uruguay. Tienen precios muy módicos y títulos muy buenos, como pueden ver si hacen clic en esas palabras azules.

2.
Hay un motivo para hacer incapié en el temita de la editorial en este post. Resulta que me compré Hasta quitarle Panamá a los yankis en el mencionado puesto de la mencionada Eloísa, a muy bajo costo, lo leí y me gustó MUCHO, es probablemente lo mejor que leí de Cucurto. Pero, inmediatamente luego, encontré en lo de mi hermano la edición de Emecé de la misma novela, que incluye seis cuentos de yapa. Bueno, uno de esos me gustó, hay uno más bien malo, dos que zafan y dos que me parecieron lamentables. Recomiendo denodadamente comprar la edición de Eloísa, que es mucho más linda y seguro más barata, y quedarse con el buen sabor de la mejor novela de Washington Cucurto.

3.
Hasta quitarle Panamá a los yankis es una novela escrita a la manera de un folletín. Cada capítulo (en la edición de Eloísa; porque en la de Emecé no está) comienza por un copete tipo El Quijote o El Lazarillo de Tormes, en el que un narrador en tercera persona, una especie de locutor en off de la novela, resume lo que está por venir, y luego se calla para dejar paso a la voz ultracumbiantera del protagonista, Norberto Santiago Vega, hijo de paraguayos y habitante de Constitución, que como suele ser el caso es una suerte de alterego, más heróico y más garchador, del autor, Washington Cucurto, cuyo nombre según DNI es efectivamente Santiago Vega, y no sé si Norberto también. Los lectores entonces acompañamos a Santiago Vega por sus periplos en Consti; su trabajo de repositor, sus levantes a todos y todas, y sus incursiones diarias en el Bronco, bailanta cumbiera que es
lo único peroncho que queda en este conchudo país de oligárcas y gorilas cagones, o por qué creen que estamos como estamos y existen las bailantas, las telefónicas españolas, las singaderas dominicanas, los cartoneros, Carrefour, sí, sí, por los oligárcas gorilas cagones que gobernaron este país siglos y siglos, hasta que los yanquis les metieron la mano en el bolsillo y salieron a chocar cacerolas, qué papelón, qué inmundicia, los cagan y ellos tocan cacerolas... Pero los yanquis conmigo y con la cumbia no podrán, no nos van a tocar ni un pelito, ni un tantísimo así, aprieto los pulgares, porque estoy acá pa pelear, y no vamos a parar hasta quitarles Panamá, ¡y si es posible Irak!
4.
Con la prosa más afilada que nunca -años de entrenamiento, es como el nivel super saiayín de lo que Cucurto viene haciendo desde siempre- la novela es una sucesión de encuentros entre el protagonista y distintos personajes a los que se intentará empomar, con mayor o menor éxito, salpimentado todo por diatribas sobre política, en el tono visto recién, pero con una mayor responsabilidad sobre lo que se está diciendo que en textos anteriores, o por lo menos esa fue mi impresión. Lo que más me gustó, esto sí seguro, es que  Hasta quitarle es también el relato más gay de Cucurto. Esta vuelta no sólo son mujeres el oscuro objeto del deseo de Vega sino también tipos, y no sólo eso, sino que las escenas con tipos vienen acompañadas de manifiestos bisexuales:
Dale que pateo para todos lados, juego en todas las posiciones y tiro la pelota, dale que voy re al frente, con vos y el brillo de tus ojos, hijito mío, dulce mariposa mojada por la lluvia. Dale, para mí el amor no tiene machos ni vencedores, ni culos rotos o pichas marimachas, dale, que pa mí el placer no tiene límites ni encarcelamientos. Ni devaluaciones, ni corralitos, ni ná de ná, concha sumadres.
Muy Lemebel lo de las pichas marimachas y lo de concha sumadres, ahora que lo leo de nuevo.

5.
Puse "brevemente" pero me arrepiento porque me voy a explayar también sobre los cuentos horribles de la edición de Emecé. "Flores robadas o el escritor al que nadie lee" es un cuento MALÍSIMO que tiene un mensaje, con el que estoy muy de acuerdo, que es simplemente que hay que volver a leer a Jorge Asís, escritor que fue best seller en los '80, luego funcionario del gobierno de Menem y luego divulgador antikirchnerista, lo que le valió el desprestigio absoluto entre las filas del progresismo que son probablemente las únicas filas que compran y leen novelas que no sean estadounidenses o que no vengan en sagas. En el cuento, Cucurto tiene que comprar todas las novelas de Asís de todas las librerías, y descubre una conspiración del mercado editorial, que después es otra cosa, por la que se explica que ya nadie lea a Asís. El cuento es malo, no tiene pies ni cabeza ni ritmo ni nada que justifique su existencia y posterior publicación en un libro con lomo. El contraste con la novela que acaba de terminar una página atrás es enorme. Dice Cucurto en una entrevista, sobre el cuento: "me interesa que se lea la obra de un autor que muchos lectores jóvenes no conocen; entonces pienso que este relato es una linda manera de volver a leer a un escritor que vale la pena. Después el cuento es una picaresca; nada importante". Claro, bueno, eso digo yo, entonces para qué lo publicás y me lo ponés en el camino. Ponete las pilas Cucu.

6.
Lo mismo pasa con el siguiente cuento: "El combinado de dramaturgos". Resulta que, en la vida real, sucedió que en el contexto de la Feria del Libro de Frankfurt se armó un partido de fútbol entre escritores y dramaturgos argentinos y alemanes, y no sé si la feria o el gobierno argentino les pagaron los pasajes y la estadía para que fueran a jugar. Un partido super amateur, de gente grande, entre los que estaba Cucurto. El cuento entonces es una parodia de lo que habrán sido los entrenamientos, yéndose luego por la tangente para terminar de alguna manera la historia -lo mismo que hace en el cuento anterior-. Los escritores reales que participaron del partido aparecen con seudónimos, pero hay poca intención de camuflarlos, más parece un chiste para que se sepa quiénes son. Ahora bien, pasan dos cosas. Una: todo el cuento da la impresión de que Cucurto lo escribió para mandarselo por mail a sus compañeros de equipo; está plagado de chistes internos y caracterizaciones de gente que uno no conoce y no le dice nada, y una vez más la trama es pobrísima -un poco menos pobre que en el anterior-. La otra: en el cuento hay dos personajes caracterizados como villanos, que son muy claramente Rafael Spregelbud y Bernardo Cappa. Les da tan con un caño que no me queda claro si es amigo y es un chiste, o tiene la peor mala onda hacia ellos que se pueda encontrar en el mundillo del fútbol y la literatura. La segunda opción parece mucho más plausible. Vale la pena citar de nuevo:
...apareció en las canchitas de Open Gallo, un flaquito, con un buzo de Huracán, profesor de teatro, gesticulando más de lo debido y de fútbol daba toda la sensación de ser un experto. Su nombre era Bernardo, pero comenzamos a decirle Berni Alcapone, a secas. Para expiar mi resentimiento, para limpiarme de pecados tropicales, diré que sí, que era un reverendo Silvio Astier, un tipo que nos hablaba bajito, como un gangster que estuviera amenazándonos. (...)
Llegó de la mano de su actor fetiche: Rafa Spring, al cual comenzamos a llamar Rata de Primavera, una loca de argolla (según Reinaldo Arenas) que no se animaba a confesarse, a aceptarse como tal. Hablaba alemán e italiano, tenía aires de duque, pero en el fondo era un groncho arrabalero. Mezcla de supersnob y columnista cultural en uno de los medios más importantes del país. Gozaba de un prestigio internacional sorprendente. También escribía obras de teatro malísimas en las cuales no había personajes o estaban interpretados por él mismo, hablando hasta el paroxismo. Obras que se estrenaban en los teatros más importantes de Europa y Estados Unidos. Sus columnas, llenas de sarcasmo progresista, nos hacían pensar en una prominencia al estilo holliwoodense, pero no era más que una estrellita local llena de candados. En el mundo retrógrado del teatro porteño era considerado el mejor. (...)
Por lo que pueden ver, no parece un chiste sino un simple bardeo. Es divertido que alguien odie tanto a Spregelburd, pero ta. Una vez más, la anécdota no justifica el cuento, de una pobreza narrativa supina. Cucurto dice en la entrevista de Página/12 linkeada más arriba que no sabe escribir, que escribe como le sale y un par de justificaciones como esa para explicar la pobreza de estos cuentos, pero es una mentira, después de leer Hasta quitarle Panamá a los yanquis no puede decir que no sabe escribir.

7.
El cuento que se llama "Tokono" me gustó mucho, y también bastante el titulado "María Inés". Los dos restantes tienen gesto político y una vez más Cucurto queda corrido, en un lugar raro que le queda mal: "La selva", narrado por la mujer de Tirofijo, el guerrillero de las FARC, que le habla a Cucurto, no se entiende nada. "Salida al mar" es de nuevo un chiste que no justifica el cuento escrito, aunque está simpático por lo menos. Hay dos carpas en Plaza Congreso: una de los wichí, y otra "kirchnerista"; Cucurto ayuda a una novia wichí a robar las comodidades de la carpa kirchnerista. El final cínico salva al cuento del naufragio.