lunes, 13 de octubre de 2014

Nieve en otoño, de Irène Némirovsky

1.
Leí esta lacrimógena, reaccionaria y pedorra novela breve de nuestra self hating jew favorita, Irène Némirovsky, en un viaje en micro y se me terminó re rápido, así que además de ser medio mala, la novela me dejó a pata teniendo que tratar de dormir en vez de leer y es otro motivo por el que me cae mal.

2.
Para el que no sabe quien fue esta mujer, los remito a mis reseñas anteriores. Esta es la tercera novela publicada en vida por la Irène. La primera es David Golder, que es la que la hizo conocida en su época (los '30), y todavía no tuve el placer. La segunda es El baile, súper genial. En esta tercera novela la autora parece haber hecho un esfuerzo grande por no escribir literatura judía, así que le salió literatura rusa blanca y berreta. La protagonista es una sirvienta rusa que ama a sus amos rusos y que se sacrifica por ellos en la Revolución del '18 y después, a pesar de la superficialidad de éstos. La sirvienta es la heroína porque es humilde, le cabe su rango social, le cabe llevar las joyas de sus amos en el dobladillo de los pantalones y no olvida a la Madre Rusia ni al Señor. El final es anticlimático y obvio.

3.
Igual, Irène era muy buena escritora, y se anota un par de porotos en esta novela pedorra también. Están todos en lo que podríamos llamar el "montaje" de la novela, en las elipsis surcidas en la narración sin gran aspaviento. Algunos "cortes" van de la imaginación de un personaje a su realidad, como este:
       La muerte... No lo asustaba. Pero abandonar el mundo en medio del caos de aquella revolución, olvidado por todos, abandonado... Qué absurdo, todo... Bueno, todavía no estaba muerto. Quién sabía... Puede que se salvara. La casa... Creía que no volvería a verla, y allí estaba. Y también aquellos cristales pintados, que el viento siempre rompía y con los que jugaba de niño, imaginándose las colinas de Italia, seguramente porque eran del rojo violáceo de la sangre y el vino tinto. Tatiana Ivanovna entraba y le anunciaba: "Tu madre te llama, corazón".
      Tatiana Ivanovna entró con un plato de patatas y pan.
Ese corte me encantó. Después hay otras elipsis mediante las cuales viene contando todo en "tiempo real" y de pronto cambia de tiempo verbal y hace avanzar la historia dos años en un párrafo. Todo lo de la aceleración y desaceleración del tiempo del relato está muy bien logrado. El relato no tanto. Por otro lado, me es imposible no imaginarme que Luliska es la propia Irène adaptada a una familia noble y cristiana (en vez de rica pero plebeya y judía). En la escena de Tatiana Ivanovna con Luliska en tetas hay un chispazo también.

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