miércoles, 20 de marzo de 2013

Restos de restos, de Nicolás Prividera

1.
Vi M -el documental de Nicolás Prividera de 2007- una noche del año pasado, solo en mi casa, y a la mitad tuve que pararla e ir a comprarme un chocolate para mantener la angustia en niveles soportables. Y lo cuento porque me parece una virtud de la película: logró eso en mí, un espectador bastante curtido, sin golpes bajos -los inevitables nada más- y con un tema tan trasuntado como es el de la dictadura militar y los desaparecidos. Pocas veces -o ninguna- vi un acercamiento tan personal, inteligente y preciso. Hay mucho escrito sobre la película, lo pueden buscar por ejemplo acá. Su segunda película, Tierra de los padres, que se estrenó en nuestro país el año pasado, también es brillante. Cuando la fui a ver a la sala Lugones del San Martín pasó algo gracioso. La película empieza con un clip que recopila imágenes de represión policial a lo largo de la historia argentina, musicalizado con el Himno Nacional Argentino. Ni bien comienza el clip, un señor que se había sentado en la primera fila (la sala no estaba tan llena) se para y se queda de pie, como si fuera por respeto al himno, pero moviendo los brazos y diciendo cosas, aunque siempre mirando la pantalla y dándonos la espalda a los demás. Gritaba también, pero no se escuchaba lo que decía porque el clip tiene intencionalmente el nivel del volumen muy alto. Yo creí, no sé por qué, que lo que estaba pasando podía llegar a ser una performance prevista, parte de la función; que lo que estaba pasando estaba pautado. La gente le empezó a gritar cosas, yo seguí creyendo que estaba actuando. Creí que mientras en la pantalla un cana sobre un caballo arrastraba a una mujer por la calle, en el cine podía entrar un guardia del teatro a sacar al señor. Cuando el tipo se dio vuelta para mirar al público, me di cuenta de que había flasheado cualquiera: el tipo era simplemente un colifa. Agarró y se fue nomás, bajo los vituperios del público presente, cuando terminó el clip, pero yo me quedé con una sensación rara por el resto de la proyección.

2.
En el último texto incluido en Restos de restos ("Cómo (no) escribir un manifiesto"), Prividera dice -entre otras cosas-: "Creo en la política del arte, que debería consistir en romper las visiones complacientes del mundo, para mostrar la violencia que subyace bajo esa catarsis conciliatoria".

3.
Encontré Restos de restos en la librería Los Cachorros de Díaz Vélez y el parque, en frente del Durán, nuevo a 4 pesos. Me pregunto cómo habrá pasado eso, cómo llegó a estar ahí, con doble sellado. El libro es de 2012, la edición está bien hecha (es de una editorial independiente, De La Talita Dorada, radicada en City Bell), la tapa es suavecita, el epílogo de García Wehbi. No sé cómo llegó ahí, pero fue un descubrimiento providencial: yo no sabía que existía un libro de Prividera, estaba en pleno momento de admiración (no diría de fanatismo) porque acababa de ver Tierra de los Padres y porque estaba escribiendo esa ponencia que hice sobre Benjamin, y todo el planteo estético-ideológico de Prividera es muy benjaminiano (de hecho, en la conclusión del texto que escribí, hablo de la filmografía de Prividera, y en especial del final de Tierra de los Padres, como un ejemplo de aplicación del concepto de rememoración de las Tesis de Benjamin). O sea, lo hubiera llevado por mucho más dinero también, pero no hizo falta, estaba a 4 pesos. Cuando lo compré, que fue hace varios meses, en la librería había otro ejemplar. Corran.

4.
Restos de restos es una selección de poemas y otros textos menos clasificables, algunos publicados y otros no, escritos entre 1990 y 2011. Fuera de lo que aparece en este libro, Prividera escribe críticas de cine (algunas se encuentran en Internet, son interesantes), y no mucho más, es decir que Restos de restos es su obra poética reunida, por decirlo de alguna forma. El contenido está dividido en tres partes, "Amasijo", "Pelos y señales", y "Apuntes para un manual de conducción poética". Se reconocen por ahí algunos poemas que están filiados con sus películas, no sabemos si como precursores o comentarios. Hay un poema que después usó Emilio García Wehbi en su obra Hécuba o el gineceo canino (que escribió el epílogo de éste libro, como ya dije). Hay unos cuantos nombres -cineastas, poetas, filósofos, otros- dando vueltas en textos y epígrafes: Fassbinder, Plath, Adorno, Benjamin, Borges, Nietzsche, Vallejo, Maiacovsky... Hay una posición sumamente crítica, en buena medida original y muy bien desarrollada sobre el "setentismo" y el peronismo, la memoria oficial y las militancias (que también encontré en sus películas). Y además, cosa por demás difícil conjugada con lo anterior, está muy bien escrito. Hasta arriesgaría el adjetivo "hipnótico" para algunos textos.

5.
Espero que lo lea mucha gente.

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