domingo, 27 de mayo de 2012

Ómnibus, de Elvio Eduardo Gandolfo


"Interrogue a sus cucharitas".
Georges Perec

1.
Supongo que alguna vez habrán hecho el trayecto Buenos Aires-Rosario en un micro de línea, pero a lo mejor no, así que les cuento: son cuatro horas clavadas. Y cuatro horas en un micro es la medida justa, en varios sentidos: si las dormís, es una excelente siesta; también es una cantidad de tiempo que se soporta despierto perfectamente; si hay películas, entran dos, como para que una sea mala y otra no tanto; si vas acompañado, una charla de cuatro horas permite historias en detalle, revelaciones inesperadas... en fin. Y si salís de mañana, es lo suficiente como para considerar la jornada como "día de viaje" y anularla: te quedan muchas horas de día, salgas a la hora que salgas, pero en forma de limbo, de vacaciones. Elvio Gandolfo dice que uno de sus problemas con Ómnibus fue decidir dónde cortar, porque la escritura se extendía en el tiempo y las páginas iban aumentando: 
¿Cuánto tenía que durar el libro? Podía convertirse en el texto de mi vida: llegar a las 500 o a las 1000 páginas. Materia había de sobra, en el pasado, y el interior del ómnibus me seguía fascinando en el presente: ni qué decir que el futuro era imprevisible y amplísimo. Pero pensé: así está bien. Incluso lo convertí en un argumento casi publicitario: menos de 150 páginas, un recorrido leve, limitado, como entre Rosario y Buenos Aires que, justamente, pueden empezarse a leer y terminarse en ese lapso de espacio y de tiempo.

2.
Elvio E. (de Eduardo) Gandolfo vive y trabaja hoy en la ciudad de Montevideo, pero en determinado momento de su existencia, vida y trabajo lo llevaron a estar constantemente entre Buenos Aires y Rosario y a pasar buena parte de su semana en tránsito, sobre un ómnibus. Por la misma época fue que Gandolfo leyó, en Página/30, un breve artículo de Georges Perec titulado “¿Aproximación a qué?”, en el cual el autor francés se preguntaba cómo interrogar lo cotidiano. “Ya no lo exótico, sino lo endótico”. El texto de Perec “le activó la cabeza” para ponerse a escribir “algo largo”, y tras algunos meses que se convirtieron en años llegó Ómnibus, “esto, que desde el comienzo mismo de la existencia del proyecto no es propiamente una novela, ni un trozo autobiográfico, ni filosofía, sino el discurrir sobre la línea recta de la ruta, de la historia o las ideas que gracias a mí o a mi pesar se van a ir desarrollando”.

3.
Gandolfo, que nació en San Rafael (Mendoza) pero se crió en Rosario, dice que los porteños llaman “micros” a los ómnibus, y da a entender que es una suerte que él no sea porteño, porque el título Micros le parece espantoso.

4.
Los relatos de Ómnibus tienen una capacidad prodigiosa para no quedarse con una sola impronta: no prevalecen la bitácora de viaje, ni el ensayo sobre los cambios en la posmodernidad al estilo Los bárbaros de Baricco, ni la literatura del yo, ni la historia de amor o de misterio, ni la crónica periodística, ni la crítica literaria (por nombrar algunas): una se transforma en la otra imperceptiblemente; cada capítulo empieza como un objeto identificable pero en realidad, visto en completo, es otro. Y además, como dice Osvaldo Aguirre en una entrevista al autor, “El viaje aparece en dos sentidos en el libro: en sí mismo, como “una especie de serena experiencia” a la vez densa de significación, pero también hay un viaje a través del libro” (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-2142-2006-07-09.html).

5.
Elvio E. Gandolfo es un autor sobrio y divertido a la vez, además de elegante prosista, y por carrera ya es un consagrado, aunque de los no tan conocidos. Ómnibus (2006) –que no es su último libro: siguieron The book of Writers (Caballo Negro, 2010), así en inglés el título, y Los orientales de Stevenson (La Propia Cartonera, 2011)–  es una excelente forma para empezar a leerlo; también será una excelente razón para seguir haciéndolo.

6.
Esta reseña la escribí para la página de Libros del Pasaje.

jueves, 24 de mayo de 2012

Virus tropical, de Power Paola



1.
La Editorial Común, de la que ya nos ocupamos en la reseña de Fueye de Jorge González, y de la que nos volveremos a ocupar cuando reseñemos El Arte de Juanjo Sáez, publicó hace un tiempito este libro de la autora colombo-ecuatoriana (o ecuato-colombiana) Paola Gaviria, (a) PowerPaola, y cuando el libro sólo era para mí un título y un par de imágenes sueltas y vistas de refilón en algún diario, ya entonces me sentía atraído (intelectualmente) por él. El título tiene algo intrigante, no me lo van a negar. Y mucho más tiene a sabiendas de que Virus tropical es la novela gráfica auto-bio-gráfica de una piba entre Quito y Cali, y no una de guerra post-Apocalipsis nuclear con zombis o algo así. Y también es intrigante el diseño de las tapas... (sigue en el punto 2)

2.
Las tapas con esa suerte de estampado selvático en negro sobre cremita dan ganas de que el libro fuera un cuaderno y poder escribirle adentro, o dibujarlo. Más bien, de que viniera en las dos versiones, libro lleno y cuaderno vacío (y aquí podemos recordar la sabia sentencia del señor José Duval: un libro que no está escrito más que libro es un cuaderno). No viene en cuaderno, pero de todos modos nadie nos impide que si queremos después de leerlo agarremos lápices y lo coloreemos. Ya está, ya me saqué las ganas. Hablemos de lo que pasa entre tapa y tapa.

3.
Cuando en 1977 a la señora de Gaviria –que se había hecho ligar las trompas de Falopio –le empezó a crecer la panza, los médicos ecuatorianos le dijeron, con la prepotencia que a veces caracteriza al rubro, que de ninguna manera estaba embarazada: o era aire, o un embarazo psicológico, o un virus tropical. Pero un embarazo no. Vaya forma de llegar al mundo, con el mote de virus tropical. Paola nace entonces en Quito, en una familia complicada (como todas) y amorosa (como muchas pero no todas) y tiene una primera infancia, una segunda, una adolescencia: o sea, crece. Virus tropical es la historia de todo lo que pasa desde la concepción de Paola (literalmente) hasta que a los 18 años deja la casa materna (o en su caso fraterna) para "vivir su vida". Así lo pone la misma autora en una entrevista que le hicieron para el Buenos Aires Herald y que yo traduzco de forma amable pero amateur para todos ustedes:

“Todas las familias tienen historias oscuras que tratan de esconder. La vida cotidiana está llena de episodios dramáticos. Si los miramos de cerca, nos damos cuenta de que eso es la vida misma. A veces los exageramos, pero en verdad no son más que situaciones de todos los días. Yo traté de contarlos tal y como son, sin embellecer la historia real. No querría que la gente diga ‘pobre chica, qué momentos jodidos que vivió’. No es más que mi vida, no es ni mejor ni peor que la de otros…”.

4.
La diferencia entre la vida (temprana) de la poderosa Paola y la de otros, y con esto termino, está en que ella se sentó y la dibujó; y además la dibujo lindísimo, con un trazo sencillo en blanco y negro e innumerables detalles. Tema aparte son las portadas a página completa de cada capítulo: espectaculares. A no perdérselo.

5.
Esta reseña fue publicada primero en el blog de Libros del Pasaje.

lunes, 21 de mayo de 2012

El Arte: conversaciones imaginarias con mi madre, de Juanjo Sáez




1. Juanjo Sáez es un dibujante barcelonés que ya tiene bastante fama: gugleenlo sino. No es que antes de El Arte fuera un desconocido, pero del 2006 a esta parte publicó Yo, otro libro egocéntrico (2010, disponible en Argentina y en Libros del Pasaje), hizo el arte del disco Principios básicos de astronomía de la banda española indie-pero-con-proyección-internacional Los Planetas y estrenó dos temporadas de una serie animada en televisión, Arròs covat o Arroz pasado, de la cual además editó el guión en formato libro. También publicó por primera vez en Argentina vía La Editorial Común este tomo que nos ocupa.

2. Es impresionante lo parecida que es la mamá de Juanjo Sáez a Conse, la encargada de mi edificio.

3. Un día Juanjo vuelve de un viaje y va a comer a casa de su madre. Había ido con su mujer Vanesa a Bilbao a visitar el museo Guggenheim. "Tendrías que ir, te encantaría" dice Juanjo a su mamá. "Bueno, ya sabes que yo no entiendo" dice la madre. A ese comentario de la madre de Juanjo -en esa breve conversación real sobre arte contemporáneo- intenta responder El Arte:
"Tengo la manía de terminar las conversaciones con mi madre en mi cabeza, es un poco raro, pero todo lo que sigue a continuación es imaginario".


4. El Arte es un libro rarísimo, y por ende muy difícil de clasificar. Guiándonos por la trayectoria de su autor y por la editorial, diríamos que se trata de una historieta, y en ciertos tramos sin duda lo es. Por otro lado, muchas páginas de texto pleno (manuscrito) con algunas ilustraciones desencasillan al libro, y todo descarrila cuando llegamos al contenido. Un poco manual de historia y filosofía del arte, un poco autobiografía... Parece que el mote de novela gráfica se gasta rápido y ya nos enfrentamos a cosas como ésta, para la que quizás deberíamos inventar una designación onda cómic-ensayo o ensayo gráfico o algo por el estilo.

5. En las historias de Sáez se encuentran los móviles gigantes de Alexander Calder con la pipa no-pipa de Magritte, las constelaciones de Miró con las películas de Warhol o Lars von Trier y hasta con los mutantes X-Men de Marvel Comics. También Chillida, Picasso, Tàpies y el aduanero Rousseau son de la partida. Siempre con su madre como interlocutora -imaginaria- el protagonista recorre museos, campos y castillos en el aire y se esfuerza por responder a cuestiones tan remañidas como la famosa: "esto lo puede dibujar un chico de cinco años". Bueno, no.

6. Una comparación inesperada: sin intentarlo (y sin la solemnidad, y sin la voluntad omnímoda) El Arte tiene algo en común con ese bestseller de los noventa que fue El mundo de Sofía, porque de una forma sumamente lúdica permite una primera y sin embargo comprometida aproximación a un tema "profundo", que en aquel era la filosofía y, en éste, El Arte (las mayúsculas son del autor).

sábado, 19 de mayo de 2012

Yo era una chica moderna, de César Aira

1.
“Las peripecias de la aventura nos habían llevado, a través de los altos y bajos de la noche, al corazón de lo serio, y una vez allí volvíamos a ser las dos chicas que salían un sábado a la noche a buscar el amor y reparar las injusticias de la sociedad.”

Capaz un día César Aira escriba una novela más y diga “Listo, terminé”. Por ahora lleva escritos y publicados más de cincuenta libros y no parece haberse agotado. Descubro que leí, con este, diez de ellos, y si existiera un esbozo de conclusión general (mía) sobre la literatura de César Aira podría ser algo así como “Aira sólo se parece a Aira”. O también, más desde la popular, “Aira es un capo”. Hay quienes –desde el esnobismo – plantean que Aira escribe siempre lo mismo, o que ya no es "original". Tengo dos respuestas simultáneas para darles a estos hipotéticos críticos esnob: sí y no. Sí porque, por un lado, Aira es un estilo en sí mismo (o varios). Y también no, porque una vez que te das cuenta que Aira tiene un estilo tan propio (y no hace falta leer varias novelas para encontrarlo: a lo mejor con una alcanza) y con ese conocimiento disponible tratás de formular hipótesis probables sobre lo que está por venir, es muy posible que te equivoques. Todo puede ser siempre más fantástico, y también más convencional, y también más aleatorio, y también más significativo de lo que pensás. Lo que nos lleva de vuelta a mi segunda conclusión sobre la literatura de César Aira: qué capo.

2.
“De la saga de milagros que constituía nuestra amistad podía esperarse perfectamente que nos encontráramos por casualidad en la disco más chica del mundo.”

Una sinopsis posible y sin spoiler alert: en algún punto de los años noventa, en la noche de una reconocible pero mutante ciudad de Buenos Aires, dos amigas cometen un crimen por despecho y huyen en círculos que las llevan una y otra vez a los mismos lugares: el Bar Lilliput, la calle Florida, Chez Tatave, una estatua de San Martín, la sinagoga engualichada de la calle Libertad.

3.
“Sentíamos el sabor del crimen, que nada iguala en la realidad, ni la droga, ni el sexo, ni las privatizaciones”.

Los noventas es sin duda uno de los temas de la historia, ya desde la campera de cuero azul de la tapa (que nos recuerda la descripción de los noventa del escritor Sebastián Kirzner: colores primarios, frutas, Ritmo de la Noche). La novela está plagada de alusiones a la “movida” de esos años. El otro tema es -como dice en la contratapa- “un interrogante generacional y de género”. La amistad, el amor, la maternidad, la sexualidad, distintos ejes de reflexión atraviesan intempestivos la novela con una óptica tan exacerbadamente femenina (ya desde el título y la frase que abre el texto) que pegan la vuelta: pasan del delirio y la parodia a la seriedad más absoluta. Y decimos “de reflexión” no porque sí: la práctica o el oficio han hecho de Aira un genio de los ritmos, y entonces –por ejemplo – en medio de una encarnizada batalla entre estatuas vivientes y patovicas, puede que la acción se detenga con una párrafo en primera persona sobre la modernidad y el estilo que te abstrae de lo anterior, para casi de inmediato arrojarte como nuevo al fragor absurdo del que te había sacado.

4.
Yo era una chica moderna no es la última novela de César Aira (es de 2004), pero tiene una reedición reciente y muy cuidada por Interzona, con guardas, tinta en dos colores y todos los chiches. Si todavía no la leyeron, no se la pierdan.

5.
Reseña publicada originalmente en Libros del Pasaje.

sábado, 5 de mayo de 2012

Antichrista, de Amélie Nothomb

1.
Todo el libro lo leí ayer, en una ida y una vuelta en bondi hasta San Telmo, un cague y un antes de dormir. La lectura del capítulo Uno correspondió con la ida hasta San Telmo, así que había llegado hasta ahí y pensé en la reseña que iba a escribir. El título iba a ser "Antichrista, de la hija de puta de Amélie Nothomb", y la reseña iba a ser muy negativa. Y también iba a tener mucho spoiler alert. Pero no hace falta al final.

2.
Porque después seguí leyendo y ya no era tan terrible. No sé si el libro lo propone asi o fui yo, pero en el capítulo Uno había empatizado mucho con Blanche y entonces sufría. También porque no había leído la contratapa, y me imaginaba otra cosa de la historia: pensé que íbamos a querer a Christa todo el tiempo. Además, a mí me ha pasado lo que a Blanche al principio, y pienso que a lo mejor es una experiencia que todos tuvimos. Esto:
Inmediatamente desee conocerla. Sabía muy bien que no la conocería. Era incapaz de acercarme a ella. (...) Una semana más tarde, sus ojos se posaron en mí. (...) Al día siguiente, se acercó a mí y me dijo hola.


3.
Cambien el género como corresponda y piensen en el ámbito que les competa: a mí me pasó y hasta diría que me pasa siempre. Eso de empezar a asistir a un lugar con otros humanos (por ejemplo la Universidad, pero cualquier lado en realidad) y no tener amigos, pensar que nunca vas a tener amigos y que de pronto te venga a hablar quien arbitrariamente más hubieras querido que lo haga. Claro que yo soy yo y Blanche es la carita esa de forever alone que anda circulando.

4.
Por eso cuando Christa es una hija de puta para con Blanche fue muy decepcionante para Blanche y yo la entendí. Y todo el capítulo Uno lo sufrí con ella. Pero en el capítulo Dos, no sé si fue mi óptica o Amélie lo escribió así de alguna manera, me pareció que Blanche ya no sufría tanto y Christa empezaba a ser sólo una tarada. Y los padres de Blanche, otros tarados. Para mí y para Blanche. Amélie hace a Blanche entender todo desde un lugar muy racional, así que no me resultaba creíble que estuviera sufriéndolo todo si lo podía entender con tanta perspectiva.

5.
Me gustó cuando dice Vercingetórix arrojando su escudo a los pies de César.

6.
El final está re bueno y Amélie escribe bárbaro. De todos modos hay algo que no me termina de cerrar en su prosa, y no descubro que es. Tendré que seguirla leyendo.