miércoles, 8 de diciembre de 2010

La fuente, de César Aira

1. Apología de la Biblioteca Maia Minovich

Hace algunos días, la Biblioteca Maia Minovich se me fue volando como una garza en pleno verano. Anunciada pero inesperadamente dejó los anaqueles que supieron darle cobijo tantos años y se marchó en una valija de viaje a un lugar mejor, donde todos los libros podrían estar juntos y ordenados por género y color. La pila de libros que había separado para leer confluyó casi intacta con los demás: los de la facu, los de Anagrama, los copados, los (muchos) de Benedetti, los de Aliza de psicología, los juveniles, los que sí leí (Las brujas de Dahl, el de Enrique Symns, Los vagabundos del Dharma, El horror de Dunwich, por nombrar los que ahora vienen a mi memoria), los demás. Fue un placer y un honor custodiarte, Biblioteca Maia Minovich. Un minuto de aplausos, salvas de artillería, sueltas de globos, palomas y conejos por tí.

2. Mea Culpa

Una y otra vez recaigo en Aira, como un boludo. Sin embargo, esto de cometer varias veces el mismo error tuvo un efecto inesperado. Ahora leer a César Aira se me ha ido legitimando, como costumbre. Sus libros son tan fáciles de leer... ¡y están por todos lados! Posta que la mayoría de la gente a la que puedo saquearle la biblioteca tiene por lo menos uno. Son tan fáciles de leer, decía, que no importa si uno es malo: igual voy a leer otro pa' probar. Además no te enterás si el libro es malo hasta que no llegás al final.

3. La fuente

La Biblioteca Maia Minovich tenía un libro de Aira en efecto: éste. No lo iba a leer pero cuando la migración, Maia me dijo que podía ir pidiéndole prestados los que no había llegado a leer de mi pila en espera (eran muchos) y yo me quedé con dos. El otro es 62/Modelo para armar, me tengo que obligar a leerlo de una vez por todas. Y éste lo agarré más por lo rápido que lo iba a devolver que por otra cosa: de hecho no lo tenía en la pila. La fuente es de los mejores que leí del muchacho de Pringles. Una virtud: tiene final (que no es poco en Aira). Y no es un final de esos que parecen pensados tres páginas antes del mismo, este parece pensado por lo menos treinta antes. Y aunque al principio parece una grasada, la prosa es muuy buena y la idea del narrador omnisciente con opinión sobre las cosas es divertida. Es un narrador que hace muchas reflexiones acerca de lo que pasa en la historia que está contando, sin hacerse cargo de que es el escritor, salvo en una parte. En el punto 4 va la cita. Buenas noches.

4. Una parte

No hablemos de la impotencia, de la fatalidad. Eso también existe, pero no en las novelas.
Es cierto que yo podría morirme hoy mismo, y dejar esta novela inconclusa. No crean ni por un instante que no lo he tenido en cuenta. Hoy mismo, hace un rato, cuando venía para aquí, tambaleándome, helado bajo el sol de febrero, con el corazón flaqueando, a punto de romperse en cualquier momento, no pensaba en otra cosa. Miraba a toda la gente despreocupada, abstraída, el río de carne, las caras, las manos, y pensaba: ¿por qué yo? ¿por qué no ellos? ¡Yo quiero terminar mi novelita, día de sol! ¡Necesito una semana más, cinco días, tres...!

1 comentario:

moi dijo...

La Biblioteca Maia Minovich queda signada para siempre por su paso por tu hogar. Reformulo: La Biblioteca Maia Minovich no sería tal de no haber pasado tantas temporadas en tu custodia. Su concepto y forma, incluso su nombre, los adquirió en el proceso en el cual tuve que separarme de mis libros para dejárselos a la misma persona que, de ser necesario, elegiría un millón de veces para volver a dejárselos.