martes, 16 de diciembre de 2008

Ciudad de Clifford D. Simak

1. Ayer terminé Ciudad, este libro tan raro que no es novela ni libro de cuentos sino fix-up (no sé cómo se dice esto en castellano), lo que significa que es una novela que se conforma como tal a partir de varios cuentos. Es además, mi regreso como lector a la ciencia ficción.

2. Cuando yo empecé a leer leer, quiero decir a leer literatura no específicamente infarto-juvenil, tenía pónganle que 11 años y leí El Hobbit. La Comunidad del Anillo me resultó incomprensible (aunque a mi maestra de 6to grado le mentí, le dije que lo estaba leyendo y era mentira porque no entendía un pomo, ya la palabra tertulia me generaba un grave problema), así que leí los de Narnia, que ya los conocía porque me los habían leído un toque, y después (todo siempre siguiendo directrices de mi papá) arranqué con la ciencia ficción. Y leí muchos libros de ciencia ficción, todos ellos libros de mi padre (o si no de mi tío) de sus años de juventud. Algunos de ellos: El hombre demolido, Sirio, Yo robot, Cita con Rama; y cuando hube crecido un poco más 2001, los siete de El Mundo del Río (de Philip José Farmer, una de las cosas más geniales que haya leído nunca - el primer libro se perdió, A vuestros cuerpos dispersos), todos los de Fundación, Dune... Al mismo tiempo leía otros géneros. Pero en algún momento la ciencia ficción la dejé de leer, simplemente porque me ocuparon otros intereses. Ciudad es mi regreso como lector de ciencia ficción.

3. A mí me gusta mucho la ciencia ficción. Mucha gente (que conozco y que no conozco) desestima a la ciencia ficción como género literario serio, como si sólo fuera para nerds. Pónganle que sí, pero de todos modos tengo algunas cosas apologéticas para decir sobre la ciencia ficción. Una cosa que me gusta de la ciencia ficción es que permite a los escritores tomarse un montón de libertades que los otros géneros no, y manteniendo además cierta cuota de verosimilitud. Esta verosimilitud pasa siempre por la imposibilidad de negar lo que se está leyendo, ya sea porque la acción ocurre en el futuro, o porque ocurre en una línea de tiempo paralela a la nuestra (la ucronía, el qué hubiera pasado si): en cualquiera de los dos casos es irrefutable porque uno qué carajo va a saber qué hubiera pasado si, o qué va a pasar. Esto está estrechamente relacionado con la palabra "ciencia" que sale en el nombre del género, al lado de "ficción". La palabra "ciencia", a mi entender, tiene más que ver con una concepción de esta literatura que con una descripciones de contenidos de la misma. Es cubrirse del manto protector de la ciencia (en oposición a la magia, a la literatura fantástica, que no casualmente ha estado institucionalmente emparentada con la ciencia ficción a partir de los premios, como por ejemplo el internacional Premio Hugo, con sus dos categorías de Fantasía y de Ciencia Ficción, o el yanki Premio Nébula, lo mismo), para después hablar de cualquier cosa que se le ocurra.

4. En Ciudad, por ejemplo, lo que más me gustó es la muy cursi idea de que la humanidad desaparecerá, se extinguirá, debido a la incapacidad de los hombres de realmente comunicarse entre sí. Algo así como que nos vamos a morir por no haber entendido a Buber. Esta idea no tiene nada de científico, en el sentido más chato de la palabra, pero es mucho más importante en la novela que la aparición de robots, naves espaciales o el planeta Júpiter (esto último una obvia alegoría). Así también, la pregunta sobre la naturaleza violenta del hombre. O sobre la condición de paraíso de algo.

5. Como fue escrito en 1952, este libro tiene un par de cosas muy graciosas. Sobre todo una: EL adelanto tecnológico del libro, en los primeros capítulos, son LAS PANTALLA y las VIDEOLLAMADAS: unos cuadros de cristal que se convierten en la persona que te llama cuando, habiendo escuchado una alarma, girás una perilla, y que después se vuelven a convertir en cuadros de cristal.

6. Obviamente el futuro, en esta novela, empieza en los '60s. No sé por qué a algunos escritores les costaba preveer que tenían que alejar más los futuros o iban a quedar obsoletos. Como los Supersónicos, que viven en el año 2000. De todos modos, después se va tan lejos en el tiempo que lo que pasa en la década de 1960 se pierde en la perspectiva. Eso es otra cosa que me gusta de la ciencia ficción: el tiempo largo. En una novela "realista" (sólo para oponer a la de ciencia ficción; no sé cuál es la definición académica de realista) lo más que puede pasar son, qué, 60 años, como en El amor en los tiempos del cólera, o 100, como en la novela de las estirpes que están condenadas a esa cantidad de años de soledad y no tienen una segunda oportunidad sobre la Tierra (no sé por qué se me ocurrieron esas dos del mismo autor). O seguramente haya alguna que ahora no sé y que pasa a lo largo de varias generaciones. Por el otro lado, en una novela de literatura fantástica si acaso plantea una progresión histórica que puede abarcar miles de años (como en la Tierra Media de Tolkien), lo hace en un tiempo histórico que es otro, no el nuestro. En Ciudad, entre el capítulo 1 y el 8 pasan 12.000 años. ¡Es buenísimo eso! Porque además son 12.000 años dentro de nuestra recta histórica. Es decir, claro que ya no se puede ubicar a esta novela en nuestra recta histórica ni con la imaginación porque el boludo de Simak hizo eso del '60 (que igual tiene su justificación ideológica clara, pobre Simak, le dije boludo), pero por ejemplo el Mundo del Río no se nos arruinó: la humanidad es asesinada por fuerzas desconocidas recién en el 2010.

7. LA TRAMA. TE ARRUINO TODAS LAS SORPRESAS SI ES QUE PENSABAS QUE ALGUNA VEZ LO IBAS A LEER: En el libro, el prólogo lo escribe un perro en un mundo donde los perros tienen estos ocho cuentos como el único testimonio de que alguna vez existió algo que se llamó hombre. Luego, antes de cada cuento/capítulo, hay una nota bibliográfica escrita por el mismo perro que habla de las cosas inverosímiles o incomprensibles para los perros: conceptos como ciudad, guerra, asesinato. Es un libro pacifista, qué querés. En los capítulos, que van saltando temporalmente y cada vez más, vemos cómo los hombres, por miedo a la guerra nuclear, abandonan las ciudades y se van a vivir en casas dispersas, todo como un gran suburbio yanki (porque las ciudades son los objetivos naturales de los misiles), beneficiados además por la tecnología que les permite producir alimentos en espacios reducidos (haciendo obsoleta a la agricultura, y por lo tanto depreciando enormemente el suelo) y los aviones familiares que terminaron definitivamente con las distancias. Y va pasando el tiempo, los hombres ya tienen robots que les sirven (y tienen emociones, lo cuál es ridículo en un robot si no hay una justificación de por medio - punto menos para Simak), hay un gobierno mundial (el terror del creador de Zeitgeist) en Ginebra y una buena relación con los peludos marcianos. Resulta que los marcianos son más filósofos que otra cosa, y un marciano de nombre Juwein descubre la filosofía que va a hacer avanzar a la humanidad 10.000 años en el tiempo de dos generaciones. Pero, por la fobia de un terrícola, Juwein se muere y su filosofía no logra terminarse. Pasan más años, o siglos. Los humanos tienen bases en Júpiter en cúpulas que los protegen del gas metano y de la presión atmosférica, pero todos los que fueron envíados afuera a investigar, convertidos en una especie de focas que sobreviven a las condiciones jupiterianas o jovianas, no han regresado. Finalmente uno regresa y cuenta cómo es Júpiter: ... me aburrí de contar la trama. Si quieren saber cómo sigue, http://en.wikipedia.org/wiki/City_(Clifford_D._Simak_novel) . ¡No les dije nada de Jenkins! Bueno, hay un robot que se llama así y que está bueno porque en un momento dado se convierte en protagonista, y no venía siéndolo para nada. Pero eso es lo groso de la ciencia ficción: Jenkins es mucho más protagonista de lo que puede serlo cualquier pedorro protagonista de novela, no sé, Watanabe de la novela anterior, porque siempre a Watanabe le puede pasar algo inesperado, el destino lo puede traicionar. No es que pase mucho en la literatura, pero a veces pasa. A veces es la premisa. En la ciencia ficción, me atrevo a decir que SIEMPRE, el hombre es el culpable de su propio destino, y los acontecimientos están inscriptos en los acontecimientos anteriores, como consecuencias. Es decir, no está DIOS. Y no pocas veces, por esta ausencia de Dios, algún personaje se convierte en Dios. O toda la humanidad, depende la novela. En esta novela son sucesivamente Dios muchos personajes: Joe, Jenkins, Bruno Webster, Jon Webster, etc., etc.

8. Lo último que quiero decir: Los libros de editorial Minotauro, de esa época, de ciencia ficción, eran muy lindos. Las ediciones digo. Tengo otros cuatro de Minotauro de ciencia ficción en lista de espera: uno de Ballard, uno de Clarke, uno de Stapledon y uno de Sturgeon.

2 comentarios:

asmodeo dijo...

Acabo de descubrir que Simak publicó un epílogo de Ciudad en los 70. Acabo de descagarlo, tiene 12 páginas. Saludos!

Ale Schonfeld dijo...

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